La atmósfera había cambiado, el tiempo dio un paso al costado. Fue un momento, un instante pero pareció eterno. La claridad cayó ante nuestros ojos y los dos percibimos lo que venia. El me conocía bien y si bien sabiamos que el acto que estaba a punto de suceder era algo terrible, ya no había otra opción.
Nuestras mentes habían salido a tal punto de su lugar que lo que iba a suceder a continuación era inevitable. Los dos concordabamos que tan terrible acto seria muy mal visto en nuestra sociedad y que ambos pagaríamos las consecuencias, yo en mi estado material durante toda mi existencia y el, bueno el sufriría mucho pero tan solo unos minutos.
Dos niños fuimos alguna vez. A las relaciones como la nuestra se las denomina como amistad. Yo pienso (y no se imaginan cuanto lo hago) que nuestra amistad va mucho mas allá que una corriente, de no ser así las circunstancias no nos hubieran llevado a los terribles e inevitables hechos.
Fue de a poco y sin darnos cuenta, empezó como un juego pero una vez que entras en un mundo así se te hace imposible volver atrás. Así se dio que con mi querido "amigo" conocimos el arte de pensar, un arte intenso e infinito. Los días pasaban y solo nos dedicábamos a pensar y navegar profundo en nuestras mentes. En el ejercicio nuestros pensamientos se unían y lográbamos llegar a los rincones mas inhóspitos del Universo.
La terrible idea surgió y enseguida supimos que no tendríamos mas opción que realizarla. Una vez en este estado es imposible no llevar coherencia entre actos y pensamientos.
La decisión fue difícil para ambos. Había que elegir quien cumpliria cada rol. Ambas tareas eran sacrificadas a tal punto que nunca supimos cual seria peor.
Fue así que con mucha cautela y responsabilidad me comí a mi amigo.
No fue fácil, yo hace tiempo que era vegetariano.
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